miércoles, 28 de enero de 2009

...Drask'ghellion III...

Chapter III: Huir y sobrevivir...

Me sentía extraño, en ese cuerpo tan distinto, me sentía como “cómodo”, positivo y un tanto feliz, pues toda mi vida envidié a los dragones por tener la habilidad de volar a donde quisieran. Fue todo muy rápido y tan extraño, desde que descubrí el cofre, hasta la “bizarra” experiencia que tuve con una dragona…

Luego que me contemplé en el espejo, aún con mis boxers puestos, corrí hasta la ventana y me lancé al vacío sin decir nada, extendí mis alas como si pudieran ser “otro par de brazos” y comencé a planear por sobre los edificios. Qué felicidad más grandiosa sentía, al recibir el viento fresco sobre mi cara, volar al lado de las nubes, era todo un tanto surrealista. Escuchaba como Anz y Beste me vitoreaban desde la ventana, y yo, dejándome lucir mis tatuajes coloridos y mis gigantescas alas. Era algo sorprendente; luego me detuve en seco y fui hasta el departamento nuevamente.

-¡Drali! Eso ha sido sorprendente – decía Beste, abrazándome.
- Seas el ser que seas, te querré igual, mi lindo lobo dragón… - decía Anz mientras con su mano tomaba la mía.
- Gracias Anz…pero, ahora el problema es que… ¡cómo rayos vuelvo a la normalidad!- dije alarmado.

Entonces, comenzó una larga búsqueda en los libros que Beste estaba investigando todo el asunto del cofre, hasta que descubrimos cosas alarmantes, en especial en el libro de tapa roja, denominado “Última Crónica de Lyrgrux”, en el cual aparecían muchos datos respecto a los artefactos y a la “forma de dragón” que adquirí.

“…La extinción es inevitable, pues, es el proceso natural, el orden que llega a su fin, cuando una raza se desvía de su verdadero propósito, que en nuestro caso fue haber tenido conocimientos prohibidos para nosotros…
Jugamos a ser dioses, pero perdimos todo en eso, y ahora nuestra herencia corre peligro. Nuestra híbrida raza debe perdurar de alguna forma, y esa forma será por medio de Los Cuatro Artefactos, piezas esenciales de la Armadura que usará el verdadero Invocador, el líder que algún día despertará nuestros espíritus de esta ciudad en ruinas, y que nos brindará el nuevo esplendor de nuestra especie…el que será llamado, Drask’ghellion, el Primer y Último…”

Y luego, la página quedaba incompleta, pues le faltaba un trozo de la hoja, quizás, destruida cuando explotó la Esfera en mi “antigua” casa.
En vez de quedar más claro el asunto, se tornó aún más confuso, por tanto Anz y Beste salieron a una biblioteca cercana en busca de más información, ya que, yo no podía salir en dicho estado, seguramente me cazarían o “lincharían” por ser tan “distinto”.

Mientras Anz y Beste iban por información, yo comencé a dar vueltas por todo el lugar hasta que me aburrí y decidí ver las noticias antes de la tarde. Prendí el televisor en el “living”, coloqué el canal de noticias y me senté con sumo cuidado, para no romper nada con mis grandes alas…
Quedé estupefacto al ver las noticias, ya que algo extraño estaba pasando en el reino vecino y me alerté mucho.

“Esta mañana se encontró finalmente a la Heredera al Trono de Zânthigarn vagabundeando y confusa, en las afueras de la ciudad de Vyntar. Al parecer estaba sufriendo el “Síndrome de Enoiesis”, el cual afecta a los humanos restantes cambiando su apariencia en “feral”… Lo bizarro fue que al ser encontrada, testigos en la escena afirman haberla escuchado hablar sobre necromancia, una hermana gemela, Lyrgrux, algo sobre un cofre y un Invocador…”

¿Estaría esa mujer loca? Quizás, quizás no, pero en todo caso, es sabido que los monarcas resultan ser un tanto extraños en su comportamiento. Aunque, igual me quedó la duda de “¿cómo hizo esa mujer para aparecerse tantas veces frente a mí y a Beste?”. Pues pronto lo sabría, de una extraña y sorpresiva forma.

Luego de ver el noticiario, llegaron Anz y Beste, y para mi sorpresa, traían a la mujer de pelo cobrizo. Nuevamente quedé sin aliento y casi e desmayo; con calma y serenidad mis amigos dijeron que me tranquilizara un poco, que esta vez, todo sería explicado de una buena vez. Me senté en un gran sillón y comencé a escuchar lo que esa “humana” tenía que contar.

- Pues… creo que tendrás muchas preguntas que hacerme, Gran Drask’ghellion…-me decía con serenidad en su rostro pecosa-…pues vamos entonces…
- Bueno, primero que todo ¡dígame qué rayos está pasando aquí! – le grité - ¡Perdí mi hogar, mis cosas, casi muero, casi muere Beste y aparte estoy a punto de perder toda oportunidad de tener una vida normal por culpa… por culpa de esta apariencia..!
- ya… ya… calma…
- ¡Calma! ¿Cómo puede usted pedir que me calme, más encima teniendo en cuenta las “apariciones” suyas frente a mí y a Beste? – le grité furioso.
- bueno…eso no fue tan así del todo… verás… yo soy la hermana gemela de la Princesa de Zânthigarn… pero ella no lo sabe, no sabe que yo existo, aunque el Vice Canciller si… es por eso que me oculto en este Imperio, ya que aquí tengo inmunidad, y además así podré conservar la pacífica vida que he tenido entre ustedes… lindas y encantadoras bestias – y puso su mano sobre mi hocico, de forma muy acogedora y tierna.
- pero… eso no explica sus extrañas “apariciones” – dije.
- yo soy una nigromante… y esa “aparición” fue el denominado “viaje del alma o viaje astral”. Es una clase de hechizo o ritual por el que puedes transportarte a cualquier espacio y tiempo sin tener que mover tu cuerpo. Y yo hice eso para intentar explicarte todo, pero fui interrumpida por “alguien más”… y como le conté a Beste, creo que fue ese “otro” nigromante quien puso a tu amiga en aquel trance que hizo abrir al cofre, y así liberar los instrumentos requeridos para la Resurrección del Primer Drask’ghellion….
-¿Qué es eso? ¿Por qué usted me llamó así…?
- Pues está escrito en el Grimorio de Alexander Andoriuz, el Último rey de Lyrgrux, que “dicho ser” es el fundador de la Necromancia en este imperio y además, es el dios principal de la antigua ciudad…
- Bueno, y eso… qué tiene que ver conmigo…
- Tú te transformaste, ya que los “artefactos” te eligieron pues, el primer Drask’ghellion fue en un principio un joven lobo, y parece ser que tú fuiste el único lobo cerca del cofre cuando éste se abrió, te reconoció, te mostró imágenes del pasado de Lyrgrux y ahora te ha elegido APRA que uses los artefactos como la armadura que podrá ayudarte a invocar a la Antigua Raza de su sueño eterno y a su ciudad perdida en las Tierras Australes…
- Entonces, ésa fue la forma en que el último cónclave de nigromantes pudo conservar su conocimiento… es algo simplemente increíble…espere… ¿qué fue eso? – dije cuando oí un golpe que estremeció todo el edificio.
- ¡OH no! ¡Me han encontrado! Por favor, tienes que ir a Lyrgrux, dentro de siete días más, ya que al término de esa semana, el futuro rey de Zânthigarn invadirá este Imperio, y la única forma de detenerlo será invocando el “pasado”… - entonces me un beso en la mejilla, y de pronto vemos como la pared de la pieza de Anz se desintegra, y de ella surgen cinco seres muy peculiares.
Eran como “sombras” debajo de un largo y fino abrigo o “toga” que se arrastraba por el piso. Lo único que se vislumbraba eran sus ojos vacíos y blancos, que resplandecían intensamente en el lugar. Sus manos horribles quedaban descubiertas cuando se movían sus mangas; éstas eran como si estuviesen hechas de una ceniza comprimida, se notaba que tenían una superficie porosa. Éstos seres murmuraban entre sí en una extraña engua que no pude comprender ni el más mínimo vocablo. Luego dieron un estruendoso chillido gutural, tomé a Anz rodeándolo con mis brazos, tomé un bolso y puse los artefactos y esas cosas dentro, luego le dije a Beste que nos vayamos volando antes de que pasara algo más grave.
Salimos impulsados hacia el vacío, cuando de pronto la mujer comenzó a ser rodeada por una intensa luz naranja. De pronto sentí como una onda expansiva, que estremeció todo el cielo y que tronaba por toda la ciudad. Miré hacia atrás y vi como la mujer invocaba una esfera oscura, que al parecer absorbía a los seres rápidamente. Le hice un guiño y luego nos fuimos al horizonte lejano; lo que no sabía era que esa sería la última vez que vería en persona a esa extraña mujer…

Pasaron las horas y Beste me dio la idea de que descansemos, pues yo traía a Anz y el bolso con las cosas, y ella traía el cofre entre sus brazos. Descendimos cerca de una cabaña en las afueras de la ciudad, el lugar de veraneo de Beste.

- Wow…eres una dragona preparada.
- Si… lo soy… - me decía con una sonrisa y un feroz rubor en sus mejillas.

Al llegar a la puerta, notamos que estaba bien cuidado el lugar, además, el mercado más cercano estaba sólo a cinco minutos hacia el este, en el pequeño poblado de Nova Quil’ris, por tanto no había mucho problema, pues Beste y yo teníamos en ese entonces, grandes sumas de dinero depositadas en el banco en caso de emergencias como esa.
El lugar en sí era hermoso y sencillo; la cabaña estaba como en una acogedora loma de césped fresco y lleno de rocío que daba hacia la costa; las playas deshabitadas rodeaban el lugar creando una escena de “aparente tranquilidad”.
La cabaña en sí, era de madera, ladrillos y un tejado grisáceo. Era de dos pisos, tenía numerosas habitaciones, baños y en la cocina había una estufa a leña para los momentos fríos. Unos dos kilómetros más al sur, estaba el campo de molinos de viento que le proporcionaba electricidad a la cabaña y al resto de las comunidades locales, más algunos paneles solares en el patio que nos daban el agua caliente que necesitábamos

Cuando entramos, fui a darme una ducha, dejé a Anz y a Beste recostados en una cama de la habitación cercana a la entrada. Luego me di cuenta de que mi apariencia había cambiado nuevamente como por arte de magia, pero esta vez me veía más lobo que dragón. Mis alas se plegaron, me desvestí y me metí a la ducha; el agua tibia estaba exquisita…
Terminé de ducharme, el agua tibia me relajó bastante así que me acosté a descansar un poco, pues estaba muy agotado por el reciente vuelo que tuve. A penas cerré los ojos, comencé a soñar de nuevo, como pequeños trozos de secuencias borrosas, la ciudad de Lyrgrux, su creación y destrucción, entonces as imágenes se detuvieron en seco y vislumbré en las aparentes tinieblas un rostro familiar.
Veía un extraño templo, lleno de escalinatas, arcos, bóvedas y columnas bellamente adornadas y pulidas, en una especie de “mármol negro”. Fue ahí que en un trono oscuro, imponente y fino, vi sentada a la misma mujer de cabellos cobrizo, al parecer, ella era la Reina Nigromante, mujer del Rey y monarca de las Tierras del Norte.
Traía una corono sobre su regazo, a la cual ella veía con lástima y melancolía, una corona blanca y reluciente, que parecía una mano abierta hacia el cielo. Entonces el palacio comenzó a derrumbarse, a rugir y grandes pedazos de vitrales y cerámica caían alrededor del trono. La mujer ni se inmutaba, tan sólo seguía ahí, fue entonces que yo la tomé en mis brazos y la saqué de ahí.

Al elevarme por los cielos observé con horror la criatura que los antiguos nigromantes denominaron “el Gran Leviatán”, destruyendo la ciudad mientras que en un altar, el rey semidragón invocaba hechizo tras hechizo intentando detenerlo, pero algo extraño pasó. Uno de los “drask’ghellions” invocó un portal que llevaba a un universo lejano. Los habitantes corrían y volaban hasta ahí con desesperación, a medida que el Gran Rey sacrificaba su propia vida para salvarlos a todos. Pasé a un costado de él y fue entonces cuando lo escuché decir “...Lleva al reino a la paz, hijo mío, tú que ahora serás el Rey…”. Luego me dirigí al portal para luego despertar del extraño sueño, con sudor y sollozos, en la noche absoluta dentro de mi habitación.
Anz y Beste fueron a ver que me pasaba, luego me trajeron algunas cosas para comer y después dormí de nuevo, pero esta vez sin soñar…

Al otro día desperté relajado y repleto de nueva energía, me levanté, me vestí, tomé desayuno con soledad en la cocina. La cabaña estaba muy silenciosa, Anz y Beste no aparecían por ninguna parte.
Tocaron las tres de la tarde en el reloj de péndulo colgado en la pared de la cocina, y yo comencé a preocuparme mucho. De pronto, la puerta se abre de improviso, Anz y Beste corren a través de ella y se esconden tras el sillón.

- Drali - susurran ambos, en cuclillas frente a mí.
- Debes hacer algo… - me dijo Anz.
- ¿Qué pasa?
- Un guardia real de Zânthigarn está tras nosotros y está en búsqueda especialmente de ti, el cofre y los artefactos…
- ¿Qué?
- Si, así es… Anz y yo lo encontramos en el mercado del poblado, y antes de salir persiguiéndonos nos dijo que su reino acababa de declararle la guerra a nuestro imperio, por el supuesto secuestro de su heredera al trono…
- ¡Pero eso es falso! ¡Pues la encontraron el otro día! ¿O no?

En eso, Anz prende el televisor y todos quedamos atónitos al ver el reporte de última hora, lo cual desencadenaría una serie de eventos futuros que marcarían nuestras vidas hasta el fin de los tiempos.

“Noticia de último minuto, el reino vecino de Zânthigarn acaba de declararnos la guerra al acusarnos del supuesto secuestro y asesinato de la heredera al trono, además de la serie acusación de robo de valiosas piezas de las joyas y tesoros reales, en esto, un cofre tallado…”

- Fue por eso que cuando hallaron a la heredera, aún con vida, ella mencionó algo del cofre, conspiración y otras cosas más… su propio reino la silenció… a la única que podría habernos ayudado… ahora que ni siquiera está la hechicera pelirroja para poder socorrernos… - dije con melancolía y algo de rabia.

No quedaba más remedio que huir a Lyrgrux, a las Tierras Australes del Imperio, la única forma de poder estar en paz y también de encontrar respuestas al por qué de esta nueva guerra…
Cuando llegó el guardia real de Zânthigarn a la cabaña nosotros ya nos habíamos ido en dirección a las legendarias ruinas de la cuidad nigromante…

- Seguramente el canciller sabe algo de los artefactos y el cofre, algo que no sabemos y que debe ser de gran valor para él y el resultado de su guerra… - les dije a Anz y a Beste, elevándome por sobre un mar de nubes, hacia el sur, cargado con el zorro y con los artefactos puestos en mi cuerpo…

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