sábado, 14 de febrero de 2009

En el Día del Amor...

En el día del Amor
quisiera estar en tus brazos..
en estas horas que ensordecen mis er
en este día en que
hace dieciocho inviernos nací
te anhelo tanto, amor mío...

Pero estás tan distante
tan lejano
y tan prohibido de mí
que quisiera llorar
el resto de mis días...

Podríamos huir ?
Podríamos vernos ?
Alcanzar un lugar oculto
donde podamos amarnos
en donde nadie nos encuentre
nunca jamás...

Yo descendería desde la luz
hacia la oscuridad
sólo por ti mi amor...
por tan sólo darte un beso
o dejarte una caricia gélida
en tu grácil y frágil rostro...

Me trastornas, me haces tiritar...
creo que te amé y lo sigo haciendo
podrás seguir queriéndome ?
A pesar de mi disimulada indiferencia ?
O harás que la luminiscencia
de nuestro amor, se esfume
como por acto de inocencia ?

Te Amo Amor Mío...
Y Hoy en el Día de San Valentín...
Lo Afirmo Más que Nunca....
Quisiera estar contigo ahora...
y poder soñar a tu lado...

u////u

Drask'ghellion & Mad. Kitsune

^-^

*Sry por eso, pero tuve que camuflarme y camuflarte, pues a pesar de todo, hay gente que nos odia .... u.u

Al menos en mi país hoy es 14 de febrero

domingo, 8 de febrero de 2009

...Reflexionne VII...

...Desde tiempos en que yo observaba desde lo inferior de una habitación, mi mente ha sido entristecida, no sé por qué razón ni que ha hecho que siempre todo fuera tan oscuro, a pesar del ánimo de tanta gente, tantos consejos y formas que me han dicho para atraer nuevas energías renovadoras para mi existencia, no hay caso, siempre paso por estos ciclos, de dicha y alegría hasta una desesperante angustia y tristeza, pero al menos esta vez es justificada, no surge de la nada como algunas que he tenido antes, pues esta vez es provocada por la herida profunda de un amor imposible, al que tanto anhelo pero aun así, permanezco lejos pues la crueldad y el castigo amenazan con destruirlo, a ese tan preciado sentimiento.

...A veces pienso que es mejor que me quitaran el corazón y ya, y lo donaran a quien más lo necesite, pues a mi nada ha hecho más que provocar dulces desilusiones y falsas esperanzas. Que tortura más grande es vivir en un cuerpo que ni siquiera te aprecia ni se aprecia a si mismo, esperando entonces el día en que caiga muerto al suelo, y retornar a la energía creadora que compone todo nuestro universo y los demás por descubrir, pues es sabido que la carne y el espíritu retornan a la Tierra.

...Aunque ayer estuve pero que hoy, y anteayer peor que el ayer mismo, aún siento que esa angustia no se va, no se me quita, esta vez si que me siento solo, pues mi más cercana amistad con quien covnersaba, salía y reía, se ha ido muy lejos, a la zona capital de esta nación en donde pertenezco, más soledad siento al pensar en mi amor, mi dulce amor, que está alejado de mí, encerrado en barrotes denominados "hogar", y vetado por siempre por una mera estupidez de pensar de uno de sus relativos. Es frustrante pensar que tanta gente me ha querido, pero los he dejado con la voz muerta al destruirlos con frías palabras esa ilusión de poder ofrecerles mi amar. Irónico es que a quien yo de verdad ame, ni siquiera me observa siquiera o también, en el caso en que estoy ahora, no puedo siquiera verlo, más que por medios virtuales de comunicación. Me siento muy mal con esto, deseo salir de este condenado país de una vez, alejarme de todo y de todos, pues a fin de cuentas, doy lástima a los que me rodean, nadie me toma en consideración, incluso cuando trato de conversar siquiera nadie toma en serio mis palabras, soy un chiste en este mundo y los demás, si de partida, mi nacimiento fue un accidente causado por la irresponsabilidad de quienes me concibieron. Quizás nací para brindar armonía y paz, ayuda y sueños, bondad y felicidad, a todos quienes me la piden, pero para mí anda de eso será posible parece; han pasado 17 años desde que nací, y uno de esos años fue dicha absoluta, el resto, experiencias desperdiciadas por todas partes, soledad, encierro como un ermitaño al que no le gusta ver la luz de un nuevo día.
Pienso también ahora, que esa comunidad, con la que tanto me identificaba, la que tanto quería, ya no es parte de mí, pues siento que no pertenezco más a ella, como si incomodara al resto, quizás es mejor que me haga a un lado, en silencio, y deje que los demás sigan su camino sin mí, pues a fn de cuentas, mi presencia retrasa el avance de las vidas de los demás.

...Dedicaré entonces mi vida a madurar de sueños ilusos y cosas sin sentido como las que escribo en mis historias, debo aterrizar y concentrarme más que nunca en estudiar lo que tanto anhelo además, la Historia. Para poder algún día ser, independiente e irme a cualquier parte sin tener que darle explicaciones a nadie. Qué felicidad más grande tendría en ese momento, es simplemente inimaginable; pero también lo que deseo profundamente es que de una vez por todas, yo pueda amar mi propia persona, para así ser capaz de amar sin problemas al otro, pues quizás, si no lo hago, mi existencia será reciclada en el 2012, el año en que ascenderemos en el orden astral del universo, y quien no se sincronize, será dejado atrás en el Olvido infinito del cosmos, para dormir por el resto de la eternidad...

sábado, 7 de febrero de 2009

...Drael y el Secreto del Demonio: Capítulo I...

La Caída de una Nación

Como si el propio firmamento fuese un vestigio de una gloria pasada, Drael se aventura con su lobezna apariencia dentro de los enredos del palacio que alguna vez, con sus amplias escaleras y torres llenas de magnificencia, fue centro del reino que creyó en el profético niño, “Nir” y la venida de las sombras provenientes del norte, vendrían a devastar todo lo existente en dichos páramos.
Mientras los últimos gritos de agonía, de quienes eran asesinados, se escuchaban por la luminosa ciudad de Darthillam, la gente corría hacia los bosques cercanos buscando refugio en los altos pinos y milenarias ruinas que rodeaban la ciudad; el saqueo parecía interminable, monumentos de héroes míticos y templos dedicados a la armonía de los espectral de la naturaleza caían uno tras otro, estrepitosamente sobre las calles grises y pulidas que conectaban los distintos sectores de la urbe.

De pronto, todo cesó, el bullicio fue sepultado de forma horrenda cuando el profundo clamor de cuernos, anunciando la desolación, tronaron por el cielo y el fuego cayó sin temor ni piedad sobre toda superficie. Drael, aún en el interior del palacio movió nerviosamente sus peludas orejas y su cola se tensó, entonces, justo una enorme esfera de abismantes brasas, asoló toda la integridad de la torre en donde se encontraba, cayendo de improviso en el calabozo oculto, por las brillantes losas que adornaban el piso, del destruido e incinerado palacio.
Cuando pudo darse cuenta de donde estaba, Drael olfateó el espeso aire y descubrió la esencia de pinos, adentrándose aún más en la oscuridad del calabozo, guiado por su confiada nariz. Pronto, un aire fresco hizo tiritar su pelaje, y su armadura oscura y reluciente despidió su metálica composición por todo el lugar, creando un eco por algunos segundos.
Aún se escuchaban y sentían las enormes sacudidas por el asedio de la superficie, que hacían descolocarse a algunos ladrillos y las arañas de las paredes. Por fin, a lo largo de la oscuridad estrecha, Drael fue tanteando las paredes para no tropezar, y pudo vislumbrar una luz lejana que lo encandiló por unos instantes, y en poco tiempo respiró el fresco y dulce aroma del bosque, ya en el atardecer más sombrío en su vida.
De pronto, una sombra salió frente a él, y sus orejas se alzaron alertas ante una posible amenaza; pero pudo percatarse que era uno de los guardias de los portones de la ciudad, era del clan Ursa, los guardianes perpetuos del reino. Drael pudo ver que estaba muy herido y su armadura se estaba cayendo a pedazos.

- …Mi señor, me llamo Decrot y hace poco, yo y otros habitantes de la ciudad escapamos por otro de los calabazos del palacio…- dijo el guardián, afirmándose el torniquete que tenía en su brazo izquierdo; estaba sin aliento y el cansancio se veía en sus ojos.
- Calma, descansa y trata de respirar – entonces Drael sacó de su bolso algunos frascos de vidrio con líquidos densos y carmesí, y se lo dio al guardián -… Bébelo, te mejorará…
- Gracias, mi señor… - y se bebió el líquido de un sorbo, y pronto se repuso de sus dolencias que tenía.
- Ahora, por favor, dime ¿Qué pasó con el Ejército y la Orden de mago arcabuceros? ¿Dónde están? – dijo Drael consternado, siendo iluminado de forma fugaz por las centellas incandescentes que caían más atrás, en la asediada ciudad.
- Todos…todos…han muerto, señor…-dijo con un nudo en su garganta, y el terror plasmado en su expresión.
- Pero... ¿Cómo es posible? – y Drael pronto quedó desconcertado, se hizo a un lado y de rabia golpeó con su puño el suelo, haciéndolo temblar un poco a los árboles de su alrededor.
Sin espera alguna, Drael levantó al guardián y lo llevó por el sendero del bosque, donde estaban las ruinas de la ciudadela de Solar’aunzigizt.
Detrás de ellos se sentían caer los muros, las campanas de las catedrales, las banderas rotas volaban por los aires y el sonido intransigente del fuego arrasando con todo su paso. Burlescas risotadas y escalofriantes chillidos clamaron a los cuatro vientos, una voz profunda resaltó y sus palabras como salidas del clamor sordo de un abismo, hicieron tronar cielo, tierra y mares cercanos.

“¡Desde hoy, los paganos serán sometidos, serán civilizados, serán dejados bajo nuestro manto de grandeza y magnificencia, por fin, el reino de los salvajes ha caído, y en nombre de la Sagrada Emperatriz, nombro a esta ciudad como la colonia de Ardilzouth!”

Provocando mayor estruendo en el nuevo y sacrílego nombre, la voz calló entre el ruidoso bramar de miles y miles de horrendas bestias, despóticas hasta en la última gota de su sangre.
Drael no puedo evitar que una lágrima de nostalgia e impotencia rodara por una de sus mejillas, deseando haber sido más fuerte para poder echar al invasor de su reino, pero no tuvo más alternativa que correr del enorme peligro que su adversario poseía, al destruir sin remordimiento alguno, una de las ciudades que en alguna época fue la más hermosa y pacífica de todas las provincias del sur.

La oscuridad no tardó en apoderarse del bosque cuando Drael y el guardia llegaron hasta un improvisado campamento que habían montado los cientos de sobrevivientes que huyeron antes del asedio; todos ellos armaron tiendas con sus pertenencias, usaron troncos para formar cabañas pequeñas y las fogatas se extendían por metros y metros, en grupos de personas dentro de aquel claro del bosque, donde las antiguas ruinas daban algo de refugio, al ahora “pueblo sin nación”.
Cuando Drael se aproximó a una de las tiendas, de pronto vio el rostro de tigresa de su madre, quien corrió hacia él y lo abrazó fuertemente, luego llevando a Decrot a un médico que había cerca de allí, entonces fue cuando Drael vio a su padre con un cabestrillo en el brazo, sentado viendo la fogata frente a él, con sus ojos de lobo tristemente humedecidos por la rabia e impotencia de lo sucedido.

- ¡Que bueno que nos hayas alcanzado hijo mío! – decía su padre, colocando algunos troncos secos a las brasas – Me alegro que no te haya pasado anda en el camino…
- Gracias papá – y Drael se sentó a su lado y lo abrazó con fuerza - ¿Qué hemos hecho para merecer esto?
- No lo sé hijo, pero algo es seguro, hubo un traidor, alguien nos delató, pues hace más de cinco mil años que no habíamos sabido de otra nación en este mundo – dijo, pensando repetidamente en un plan.
- ¡Espera! ¿Dónde está mi abuelo? – preguntó Drael.
- La última vez que lo vi estaba en el observatorio, al sur de la ciudad. Me dijo antes de irnos que él se quedaría a distraer a los invasores y nos alcanzaría luego…

Entonces, de pronto el cielo se llenó de un lejano murmullo, palabras invocadas provenían de las nubes y tronaban como cientos de espectros del bosque, luego, una luz ínfima podía verse sobre la ciudad, era brillante y de un color muy enceguecedor, pero fue creciendo cada vez más, y más, y más, hasta convertirse en una esfera de luz blanca que enmudeció a todos y el cielo nocturno se volvió tan claro como el día.
Drael no esperó ni un segundo en ir a ver que era dicho evento, y al llegar a los límites de la ciudad, junto a su padre, pudieron ver a su abuelo, un formidable lobo en la cima del observatorio, vestido con una larga túnica rojo carmesí, y una capa que se elevaba con el viento al igual que una bandera con sangre seca.
Su barba blanca y su pelaje se mecían con las fuertes corrientes de viento que la esfera producía, de pronto, elevó sus manos y al cielo apuntó. Unas palabras más estruendosas se dejaron oír y entonces, bajó sus brazos y apuntó al despótico ejército que se hacía paso hasta el observatorio, la esfera comenzó a desplazarse y súbitamente cayó sobre sus enemigos.
Luego se pudo oír claramente, lo último que diría su abuelo en ese momento.

“¡Nunca podrán colocar sus horrendas garras en esta sagrada ciudad, aunque deba destruirla yo para evitarlo!”

Entonces el padre de Drael empujó a su hijo al suelo, diciendo “¡cuidado, agáchate!” y hubo un segundo en que el tiempo pareció detenerse y el silencio eterno se apoderó de todo el lugar, las colinas aledañas, iluminadas completamente, permanecieron en silencio también, todo estaba sumiso, y luego se pudo oír el impacto y una ráfaga de viento, tan fuerte que arrancó árboles de raíz, elevó por los aires a Drael y a su padre; todo se iluminó aún más y el sonido de la piedra desintegrarse y del metal evaporarse se sintió por todos lados, las torres, casas, monumentos, murallas y el palacio mismo desaparecieron en un estruendo de brillantez. Todo se sacudió bruscamente y después de un breve momento de caos el silencio volvió y la oscuridad retomó a la noche.
Drael quedó atrapado bajo pesadas ramas unos dos kilómetros de los límites de la ciudad, vio a su padre levantarse cubierto de ramas, hojas y una que otra magulladura o herida, luego se colocaron de pie y vieron lo más perturbador de sus vidas.
La ciudad había desaparecido completamente, y un cráter en su lugar permanecía allí, con la roca al rojo vivo y con cientos de metros de profundidad; habían desaparecido casi todas las colinas que circundaban la ciudad y los bosques fueron incinerados con la rapidez de un parpadeo.
La ceniza candente flotaba por todo el sector, y se sentía en el aire el espeso aroma de la incineración. Inclusive las nubes que estaban posadas sobre las colinas fueron esparcidas rápidamente por la onda expansiva que provocó la esfera. Drael mira al cielo y ve caer junto a su lado un pedazo de tela quemada que pertenecía al uniforme de su abuelo, ahora no sólo había perdido la ciudad en que se crió y vivió, sino que su abuelo y parte de los habitantes se habían ido con ella…

Luego de la impactante escena, ambos fueron al campamento y descubrieron que alguien los esperaba con regocijo y dicha, sentado cerca de una fogata a punto de extinguirse por la fuerza del viento que casi amenazó con destruir a toda la provincia del sur.
Cuando llegaron, no sólo Drael encontró a sus amigos de la Academia de Magia y Combate, sino que casi se le humedecen sus ojos cuando contempló a la figura de su abuelo, con su traje de mago arcaico y su rostro oscurecido por las cenizas de la explosión.
La emoción se había apoderado de él en cuanto vio a su pariente con vida; a su alrededor había otras personas también, pero su figura resaltaba de las demás, como iluminada por un extraño resplandor.
- ¡Abuelo! – gritó Drael con un nudo en la garganta.
- ¡Drael! ¡Qué bueno encontrarte sano y salvo, nieto mío! – y el viejo mago se acercó a él, y ambos se abrazaron afectuosamente por un largo rato.
- ¡Qué bueno que escapaste! ¡Suertudo! – dijo Drael con alegría y un poco de sarcasmo. Luego hubo un incómodo silencio.
- ¿Y cómo hiciste para llegar hasta aquí? – le preguntó.
- bueno, recuerda que soy un mago, y un mago no revela sus secretos – y el rostro del anciano mago se arrugó en una sonrisa bromista, y después se fue a sentar cerca de la fogata.
- ¡Por favor! ¡Dime cómo! – exclamó Drael.
- bueno, bueno, creo que ya estás grande ya para controlar magia, ahora que controlas bien la espada – y luego el anciano le indicó que lo siguiera hasta un templo en ruinas que había cerca del campamento. Al llegar ahí, Drael sintió un poco de miedo y su cola estaba tensa de la incertidumbre. De pronto, su abuelo se quedó quieto y desapareció frente a su nieto, dejando una estela nebulosa de color blanco, quedando éste, desconcertado ante tal escena, que le causó un pavor inimaginable en su momento.
De pronto, el anciano y su rasposa voz aparecieron al otro lado del enorme templo, sin aviso alguno más que un sonido como si un plato se desintegrara.

- Lo que acabas de presenciar es la “Telkazinesis” o llamada en otra época como la “tele transportación” – dijo el anciano con voz y rostro serio, tanto así que el miedo de Drael se fue disipando de a poco.
- Con que eso era…¿Y dónde lo aprendiste? – le preguntó Drael.
- Lo aprendí de mi padre, él fue un gran hechicero en su época, incluso ayudó a construir con magia la gran muralla que rodeaba a Darthillam – y luego se puso pensativo, con aire melancólico – en fin, te enseñaré primero el hechizo más básico, “arcana lux” o “luz arcana”. Mira, trata de concentrarte, imagina que la luz es expelida de tu mano, cuando lo logres di el nombre del hechizo y luego abre los ojos – y de pronto la mano del anciano lobo se iluminó de un poderoso esplendor, sin darse cuenta que en lo lejano los soldados del norte restantes a la explosión, se percataron de aquello.
- Está bien, lo intentaré – y Drael se relajó, respiró hondamente y abrió la palma de su mano, comenzó de pronto a sentir un cosquilleo dentro de él, que subía por su pecho y viajaba por su brazo hasta su mano, una sensación de ardor se sentía en su mano. Entonces mencionó las palabras justo después de visualizarse con la luz, y de pronto una intensa embriaguez lo sacudió. Abrió los ojos y vio su mano flameando una intensa luz en forma de llama, y sin previo aviso se desmayó, sucumbiendo en un peculiar sueño, lleno de tinieblas y duda, y veía venir a su madre, envuelta en espesa luz, como un espectro del bosque.
- Descansa, nietecito, has de merecer el sueño pues mucho has hecho el día de hoy – y entonces, el viejo lobo tomo del brazo a Drael y ambos desaparecieron en la neblina blanca y misteriosa de la “Telkazinesis”, dejando en silencio abrumador a la espesura del bosque que rodeaba aquel colosal y decadente templo en donde estuvieron.

A la mañana siguiente, Drael despertó en una montura de dragón y podía sentir el mover de las alas de tan dócil bestia, un viento frío traía impregnado el aroma dulce del bosque de pinos que quedaba rezagado.
- Qué…qué ha pasado… - dijo en voz baja, un poco adolorido de cuando cayó bruscamente en el suelo del templo, la noche anterior.
- No te preocupes – dijo su padre, llevando las riendas sobre sus piernas.
- Pero… ¿Por qué estamos huyendo? – preguntó Drael.
- Un explorador del ejército del norte nos descubrió anoche al ver el “esplendor” que tú y mi padre hicieron cerca del templo en ruinas; casi de inmediato un contingente de nigromantes aparecieron cerca del campamento pero tu abuelo los pudo detener unos instantes con un muro de piedra que invocó, tiempo suficiente para huir de allí en los dragones, ya que no estamos en condiciones aún para pelear…-luego, su padre entristeció su mirada, y retomó las ideas en su mente - …¿sabes algo? Te contaré un pequeño secreto de guerra cuando lleguemos a Dalliazynth… ¿de acuerdo? – y tras esas palabras, Drael asintió con su cabeza y luego sus ojos lupinos cayeron en un repentino pero sobrecogedor sueño, de fantásticos paisajes y eterna belleza.

El cielo lleno de nubes tan blancas y tan refrescantes al pasar en su interior llenaba al viajero de gratitud y asombro, de vivir en un mundo como ese.
La ciudad de Dalliazynth era una de las fortalezas más inexpugnables de todo e reino, ya que permanecía labrada al interior de altas montañas nevadas, en lo lejano del continente aéreo de Adhên, ya que muchos territorios existían más allá del cielo luego de lo que los viejos lobos llaman “El Gran Bramido”, un tronar seco y profundo que sacudió las realidades y unió inclusive, a múltiples universos distintos e incluso se dice que desgarró a todas las tierras y las hizo elevarse entre las nubes.

De a poco se podía vislumbrar los muros lisos y grisáceos que yacían al interior de las montañas, numerosas torres se erguían por todos los contornos de las altas cumbres, como árboles alpinos que no se inmutan ni con la más terrible ventisca. Bellos arcos y columnas creaban la denominada “Avenida de los Vientos”, la cual introducía al viajero hasta la ciudad misma, en las entrañas de la montaña. Era una avenida hermosa hasta sus cimientos, con un camino empedrado y suave de color blanco, con soleras a sus costados, de color rojo carmesí. Daba muchas curvas por el accidentado entorno antes de adentrarse en la montaña, y estaba siempre rodeada por pinos verde-azulados, inmensos y majestuosos, que otorgaban un esplendor único a la mano de obra del reino.

..La PSU...

*Escrito en Diciembre del 2008, horas después de la última prueba*

Hemos aquí, en el día de días, esperando con nervio y osada duda números superfluos que maniobran los frágiles hilos de un posible destino. Con temblores puedo escribir, podemos escribir temblando como perros mojados ante mucha lluvia, he aquí nuestra palabra, nuestro versar, nuestra verdad y nuestro tan dejado pesar.

El miedo nos acosa como nunca antes lo había hecho, ansiamos tanto terminarlo y retornar con nuestros hermanos, y con la habilidad de ver vuestra oculta oscuridad, preveer a quienes quieran destruirla de sus almas, pues la luz no sería tal sin su adorada hermana oscura y envolvente; pues es sabido que el mundo se nos levante, cae y pudre en dichosos pares, opuestos entre sí…

Aún tenemos tanto miedo de perdernos en bajos números, nuestra perdición se encuentra allí, oculta entre datos, ecuaciones y códigos, que como una insidiosa e inocua prueba de trigonometría, hace que nuestras vidas se vuelvan absurdas y rígidas, aunque sea por un instante.

Escribimos ahora, aún cuando tenemos la certeza de nuestra infame duda, tranquilos y serenos estamos mientras esperamos con ansia y terror esos terribles números, hermosos para algunos, lapidarios para otros, tan sólo queremos nuestro y vuestro bienestar con aquel asunto, y que a todos os haya ido bien; ahora, en casi los fines de la tarde de cálidas brisas, tan sólo nos queda esperar, esperar tan sólo nos queda, tan sólo, esperar, escuchar música y soñar…

...Eizth Inquizittörr I...

Capítulo I


Cómo te sentirías tú si te hicieran olvidar tu nombre, tu propio rostro y sentimientos sin más remedio, amenazado con el infame miedo de perecer en las manos de gente inescrupulosa, sólo por ver y nombrar algo en el lugar y momento equivocados; y ahora estar condenado a huir hacia tierras y experiencias desconocidas, que podrían terminar contigo en lo que suele durar un simple parpadeo…

Un día normal para Zebanian, un pequeño poblado de mercaderes y granjeros, cerca de altas cumbres nevadas y de bosques de eterno resplandor verde. El dulce olor de pinos abundaba por todas partes, y en la calle principal, por la que pasaba la Gran Vía del Reino, estaba la casa de Henry, un chico cualquiera, que como muchos era un lobo de pelaje blanco, rayas negras verticales en su rostro y ojos blancos que lo hacían parecer más a un fantasma. Su padre era un mercader que todos los días salía a recorrer las calles del poblado sus novedosos productos, en un carrito artesanal que con esfuerzo él mismo talló, de tierras lejanas donde aún existen las viejas creencias. Su madre en tanto, una loba grisácea y artesana, se quedaba en el negocio de abarrotes que tenía a un costado de su propia casa. De esa forma la familia podía subsistir de forma relajada, al ser una de las más “estables” en la burguesía local, aunque todo iba a dar repentinos giros, por la llegada de una oscuridad distante que se camuflaba bajo el sello de una Institución que se encargaba de la seguridad…

Yo creía que el poblado era pacífico, hasta que llegaron un catorce de febrero, montando en los corceles de clérigos, seres encapuchados y con cierta presencia que daba mala espina. Eran tres. Un lobo, un leopardo nival y uno de los más grotescos dragones terrestres que he visto en mi vida.
Al llegar, se dirigieron hacia el “Arzkilmar o Ayuntamiento” del poblado, aún con sus oscuras capas puestas sobre ellos. Se bajaron de sus extraños corceles que luego se desvanecieron, y entraron en el imponente edificio hecho de muros de piedra sólida y techos de tejas sostenidos por vigas del abundante pino que había en los alrededores.
Las puertas gruesas de la entrada tronaron al abrirse y azotarse contra las paredes, los Concejales y el Alto Señor se levantaron de los asientos en la bóveda central donde se reunían a discutir sobre Zebanian. Miraron con aparente hostilidad a los recién llegados, y éstos mostraron luego sus verdaderas intenciones.

- Somos la Inquisición encomendada por el Canciller de esta provincia, y hemos venido hasta este lugar, el más alejado del reino, pues se oyen en la distancia los rumores de que aquí se comete sacrilegio, al practicar la “feradrelogía”…sabiendo que está prohibida bajo pena de morir en la hoguera – decía maliciosamente el leopardo nival, quien parecía ser el de más alto rango entre los otros callados inquisidores.
- Pues debe haber un error, pues…esa práctica se desconoce en este poblado; por lo que tengo entendido han pasado diez décadas desde la prohibición y nosotros la hemos seguido con armonía y firmeza siempre – respondió el Alto Señor, un zorro de gran tamaño, pelaje tan blanco como la nieve misma y una gran esponjosa cola, que adornaba su largo traje negro de seda importada, más su hermosa espada que descansaba a un costado de su cintura, adosada a una correa que cruzaba el traje.
- Pues, mire y silencie, tengo aquí una orden directa del Canciller de esta provincia, mírela… - entonces el leopardo lanza el pergamino que cae en las manos del Alto Señor, él lo lee y queda satisfecho.
- Entonces, será pues… órdenes son órdenes… pueden usar durante su estadía todos los recursos que este ayuntamiento les pueda ofrecer – y sonrió, para luego irse a la bóveda junto con sus consejeros, dejando que los inquisidores subieran al segundo de los cinco pisos que tenía el edificio. Ahí había oficinas desocupadas en donde podían armar su “centro inquisitorio”, así que bajaron hasta la entrada, recogieron algunos bolsos y sacos que dejaron allí y nuevamente subieron para dejar todo en su lugar.
Yo estaba en dirección al mercado, tres semanas después de que llegaran los inquisidores, y me encontré a uno en el camino, al leopardo nival de color blanco y manchas grises, y me acompañó durante mi recorrido en búsqueda de algunas frutas y verduras para mi familia.

- ¿Cómo se llega a ser inquisidor? – le pregunte con inocencia.
- Verás…es muy sencillo… tan sólo basta con que postules tu nombre en los concursos que hay cada cinco años en la capital, y si sales sorteado, ya serás uno…luego se te asignarán casos a investigar y si resuelves un número considerable de esos casos, puedes incluso llegar a ser nombrado Ministro o Gobernador de alguna provincia… es bien interesante esto de ser inquisidor, pues además te envían a estudiar a academias y cosas así – luego me sonrió, me dio la mano y se despidió.
- ¿Se va tan pronto? – le pregunté algo extrañado.
- Sí, tengo cosas que hacer, ya que en este pueblo realmente no existen indicios de la religión prohibida, pero si de “contrabando” y un mercado del que no puedo hablarte pues “eres muy joven para saber esas cosas”… nos vemos – sonrió un poco, sus bigotes vibraron un poco y se fue.

El leopardo era el inquisidor más joven de los tres pero tenía mayor poder que los demás al tener el título de Alto Inquisidor. Según los rumores, él tenía mi edad, dieciocho años, pero también se decía que era un tanto “extraño” de comportamiento…
Se lo veía caminar en las noches, solo y olfateando el aire del pueblo, además de que usaba ropa muy peculiar mas llamativa para un ser con dicho cargo.

Un día, yo estaba sacando la basura en un callejón cercano a mí casa, era de noche y tenía mucho sueño, entonces fue cuando vislumbré algo que me hizo perder la inocencia de mis pensamientos. En las paredes húmedas y mohosas había cientos, tal vez miles de pósters de otros animales, hembras y machos en posiciones obscenas y demasiado explícitas. Me tapé la boca, me dirigí a un bote de basura y vomité de improviso, fue entonces que de las sombras del callejón que no eran iluminadas por los faroles cercanos, apareció el leopardo. Sus ojos blancos y azulados brillaban, por muy extraño que suene, él me miraba de forma extraña y curiosa.

- ¿Señor? ¿Le ha pasado algo?¿Se encuentra bien? – entonces fue cuando de repente me agarró de los brazos y me lanzó suavemente contra la pared.
- Tan sólo cierra tus ojos y no chilles… -decía con una voz tranquila y seductora.
- ¡Ah! ¡Ayuda! – grité a la calle, y en eso, el leopardo me cubre el hocico con su mano, y comienza a acariciarme el vientre, yo trato de detenerlo pero el insiste. Justo antes que comenzara a bajar mis pantalones, sentí unos pasos felinos correr hasta el lugar. Me dí vuelta y pude observar a un clérigo, de sotana negra y un báculo de madera rojiza. Era un gato blanco de ojos grises; sin aviso lanzó una llamarada de su artefacto hacia el suelo, iluminando todo el lugar.
El leopardo me soltó y corrió despavorido, fue entonces que el clérigo me observó en el suelo mientras me subía los pantalones y sollozaba. Me levanté a duras penas, y le di las gracias al clérigo, fue entonces que él se dio vuelta y me lanzó cadenas mágicas en mis brazos dejándome inmóvil.

- ¡Pobre de ti si mencionas esto a alguien! Tienes dos días para irte del pueblo, antes que los inquisidores te busquen, ya que es la palabra del leopardo contra la tuya… - me dijo en tono serio.
- Pero… ¿por qué si yo soy la víctima aquí? – y me largué a llorar.
- Pues, ese leopardo es de lo peor que hay…adquirió mucho poder e influencia en la capital, por tanto, la aristocracia decidió mandarlo lejos como una forma de evitar que siguiera… además es conocido por se un… un…. “yiffy” – y el clérigo mostró un rostro de rabia e impotencia.
- ¡OH my god! – grité.
- ¡Shhhh! ¡Calla! – me dijo enojado.
- Pero… y ¿Usted quién es? – le pregunté curioso.
- Pues mi nombre es Alexander Vmanastriz…y soy el enviado de la Iglesia Azul, aquí en el reino, y me fue otorgada la misión de velar para que en esta provincia se respeten las creencias…
- ósea…. ¿Usted es un inquisidor de la iglesia?
- Correcto… en tanto, el leopardo y sus demás amigos son “Inquisidores del Estado”, por tanto son subordinados a mi persona… Ahora, lamentablemente tendré que arrestarte en dos días más, pues has visto y/o mencionado acerca del “yiff”, por tanto serás acusado de herejía y tal vez te quemen en la hoguera… - decía de forma pausada y solemne.
- … - quedé mudo, y me fui corriendo hasta mi casa a empacar mis cosas, pues no quería morir incinerado, por culpa de una autoridad “desviada”.
- recuerda… te daré dos días… luego tendré que arrestarte – me mencionó el clérigo antes de irme, luego puso su mano sobre mi hombro - … de verdad lo lamento mucho…