miércoles, 3 de junio de 2009

... Anrai I ...

Un viaje en tren...

En el metro tren, relajado y con mi espíritu agotado por reflexivas y exigentes clases de historicidad, voy hacia mi hogar, sin estar segundo alguno en sosiego o serenidad mental. Pienso y debo pensar, tomarlo como un ejercicio para que el instrumento en sí no se atrofie como algunos ligamentos de mi cuerpo.
Mientras observo los cansados rostros de personas aglomeradas en los vagones comienzo a reflexionar en lo equivocado y obstinado que soy, me quedo por la fuerza a oscuras, intento huir de algo que yo mismo he creado, algo cobarde de mi parte, pues hay personas que realmente no tienen apoyo alguno, tienen vivencias horrendas y aún así pueden sonreír al saludarte y comienzan una vez más el ciclo inextricable de la vida, sin nada más que una grandiosa voluntad interior. Mis actos no son justificados entonces, la pereza y lo fácil de mi vida me hacen fracasar, no hago nada por cambiar, hasta que ayer me golpearon hasta recapacitar, un verdadero acondicionamiento clásico según el frívolo psicoanálisis. Así aprendo, de esa forma reacciono, con caídas y alguien que me grite y empape el rostro con la pura verdad y soluciones posibles a cualquier problema que pueda surgir en mi existir.

De tal forma, vuelvo a ser el de antes; intenté ser alguien que no soy, intentar llamar la atención; puedo madurar, sí, pero que no quiera es otro punto, aunque con Veinte Máscaras me encuentro en disputa, pues hay muchas formas de madurez, el mito de eso, el rumor me dice que madurar es ser soberbio, pragmático y aburrido, cosas con las que no concuerdo, no apruebo ni en cualquier contexto que puedan ser considerados como positivos en implementación a la psique humana o animal, según lo amerite el propio individuo.
En particular considero que para un cambio substancial, debes llevarlo a la praxis inmediatamente, no esperar a que te empujen por el acantilado y luego culpar de mala manera a quienes sólo intentan ayudarte.

Ya pasó la estación de Quilpué y el vagón se mueve de un lado a otro, la gente sigue aglomerada, con música me aislo de los demás ruidos ensordecedores de mi esfera, aunque los estímulos llegan pero de forma mínima.

Intento creer que puedo, y lo, ya lo hice, hoy mismo, frente a las lágrimas de una felina, entendí mi propósito original, la forma, esa solución ornamentada en orientalidad musical, ayudar a la gente, dejar de provocar dolor a los demás; mejorar con todos, levantar ánimos horrendos y desenterrar lo bueno que hay en ti, pues por muy oscuro que sean las almas de las personas, siempre habrá luz y un extraño brillar en sus ojos; sumergirse en él es señal del vivir y del agrado de éste.

Un cambio extraordinario fue hoy, y además hace poco una completa desconocida conoce la música que escucho, eso fue extraño, hasta para mí, que tengo una extraña forma de escribir las cosas pensadas y lo observado en un instante con las luces de mis ojos...