miércoles, 5 de mayo de 2010

Un día de lluvia

Otoño, Mayo de 2010.

Mientras me transporto de un punto a otro en el espacio urbano, efecto de masas y conurbación, escucho una suave y tenue melodía en mi sentir; mi cuerpo vibra con su elocuencia y armoniosidad, contemplo algo ensimismado mi alrededor, mi transporte es un vehículo tan bullicioso, lleno de gente atiborrada, de caras largas, preocupadas y asustadizas, nervios un tanto violentados con el diario vivir, quieren llegar a su espacio secreto, dormir, dejarse llevar, ser parte de la oscuridad y luz que los compone, ver los rostros pálidos de sus familias, secas debajo de la inclemente lluvia que cae sin cesar, donde en un país dolido y aún débil por el odio de la tierra, las ventanas húmedas del vapor incesante con alientos de hambre, sueños y esperanza; ojalá despierten mañana vivos los recuerdos del ayer y el hoy, donde cada segundo importa para el que su vida determina por el bien común de todos sus hermanos y hermanas.

Sin importar donde vaya, sin importar donde me oculte ni escuche la dulce melodía, resonar fuerte dentro de mi mente y oculto corazón correspondido, siempre me hallará, la oscuridad temible, pero tengo la fe de que el amanecer vendrá por mí y un nuevo día nacerá, en tanto que mi cuerpo es llevado por procesión de mis queridos seres, la luz ilumine su camino, los espíritus de la tradición me acompañan esta noche, el eterno retorno es un hecho cotidiano, del aire al viento, del fuego a la guerra, todo ciclo nos define una era completa, no podemos escapar, la única diferencia es que cada ciclo es distinto levemente al anterior, pues corresponden a un engranaje supremo, Gran Arquitecto, Alá, Dios o dioses del cielo y terrestres, celestiales o subterráneos; creadores o destructores, todos por igual juegan el camino de la creación, y todo esto en una simple ilusión, en una micro de trancisión entre un punto y otro, desde el Gremio del Conocimiento al Hestia mismo, el Mégaron de un hogar perdido entre nubosos cerros del interior.